Alucinando, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN



   Sobre el mantel de flores blancas y rojas, un cortapicos negro corría desorientado. Las flores comenzaron a danzar ante sus ojos cuando apuraba la sexta copa de vino de Iruña, agudizó la vista maravillado ante el prodigio. Se inclinó sobre la baranda del balcón tambaleante y alguien lo agarró del pañuelo rojo anudado a su cuello, evitando que se precipitase sin remedio sobre la multitud que invadía la calle. El encierro había comenzado.

Cabo de Gata, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN


Las arterias sedientas de la tierra
se abren paso hacia acantilados de espuma.
Allí los dioses pétreos navegan
sobre transparencias imposibles,
y el viento agazapado se desliza,
silbando la serenata del origen.

Mala pasada, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN




Frente al folio impoluto, la angustia lo asaltó desprevenido. La responsabilidad, como una losa plúmbea, cayó repentinamente sobre su ánimo. Había llegado la hora de que el fruto de su esfuerzo se viera reflejado en aquel papel. Demasiado tiempo invertido, un tiempo precioso que cualquiera que fuese el resultado, jamás volvería a recuperar. La cifra del dinero invertido en su preparación parpadeaba, iluminada de rojo en su conciencia. Un zumbido de oídos de origen aprensivo diluyó por segundos cualquier sonido. Los temas elegidos por sorteo tardaron una eternidad en ser procesados por su entendimiento. El pupitre de formica avellana  comenzó a balancearse ilusoriamente ante su vista. El impulso fue el de huir, abandonar aquel salón de actos cuanto antes, pero se contuvo e hizo un último intento de controlarse. La información se le agolpó en la memoria  como un amasijo de de datos en el transcurso de unos segundos. Improvisó el comienzo con retales de párrafos deslavazados que intentó hilvanar sin demasiado éxito. Avergonzado de tanto plagio de expresiones, tachó tantas palabras que terminó por fusilar las frases. El tiempo avanzaba con una rapidez inmisericorde. Al fin se hizo la luz y comenzó a recordar con una nitidez asombrosa, los conceptos se precipitaban al fin pujando por salir, mientras el cerebro daba las órdenes a su mano con la velocidad del rayo instándole a escribir y cuando estaba a punto de hacerlo, escuchó la voz que lo devolvió a la realidad ¡Entreguen sus guiones, la película ha terminado!

El desdén de la codicia, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.



La humanidad camina desorientada,
le arrebataron la brújula que apuntaba hacia su dignidad.

Hoy la humildad se viste de miseria,
el sudario vergonzoso que le otorga la codicia,
ella exhibe obscenamente la sonrisa pecuniaria,
la caridad es el opio que adormece su conciencia.

Tiempos vendrán en que la justicia  y su redentora belleza,

brillará con un fulgor que los ciegue sin remedio.

Sueño acuático, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN


Acueductos cristalinos
de ingravidez construidos,
en que la luz va tejiendo un encaje de colores.
Catedrales prodigiosas con un órgano de espuma,
donde suena la sinfonía del agua;
una música que transporta  a regiones insólitas,
donde los manantiales construyen ciudades
de líquida arquitectura.

Insomnio, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.



Insomnio
La noche acecha mi sueño
con sus ojos de lechuza,
sus pupilas son cuchillos que apuñalan el sosiego,
mis párpados izados se entornan para burlar el desvelo,
se ha consumido la tregua que me invitaba al descanso.

El sonido del despertador estalla de madrugada,

son las horas desechas que resbalan por el ánimo. 



Del poemario "La luz del fin de la tierra"

GENEALOGÍA